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Bien lo dijo el economista estadounidense Philip Kotler: “el marketing es la ciencia y el arte de explorar, crear y entregar valor para satisfacer las necesidades de un público objetivo. En ese sentido, el marketing identifica necesidades y deseos insatisfechos mientras define, mide y cuantifica el tamaño del mercado y el potencial del beneficio”.

Hasta hace apenas cinco años muchas personas se maravillaban al ver cintas cinematográficas y pensar en las grandes ventajas que traería para la sociedad el poder crear modelos virtuales de un objeto físico para manipular sus características en tiempo real, mejorando así su funcionamiento. Lo hizo, por ejemplo, Peter Parker cuando encontró la clave para modificar exitosamente la genética de un ratón de laboratorio con características de un lagarto sin necesidad de manipular al primero, todo esto en la famosa película ‘El Sorprendente Hombre Araña’.

La expectativa de los clientes en torno a los servicios y productos que consumen ha aumentado. Satisfacer sus necesidades y comprender sus gustos jamás fue tan importante como hoy en día. De acuerdo con la firma PricewaterhouseCoopers, el 73% de los consumidores piensa que una buena experiencia a la hora de adquirir sus productos y servicios es clave para influir en la lealtad hacia sus marcas favoritas.

El mercado tecnológico evoluciona con rapidez y aunque eso es positivo para la calidad de vida y el desempeño de las sociedades, en muchas ocasiones pasa desapercibido conceptualizaciones que fueron llamativas y siguen siendo una constante aún en nuestros días.

En la década de 1970, ningún desarrollador de videojuegos llegó a imaginar el impacto a futuro que tendrían sus invenciones ‘gamers’ al implementar prototipos y creaciones multijugador que permitieron unir en un solo espacio digital a muchas personas. Posteriormente, en la década de 1980, el sueño de un universo digital en el que se podían relacionar diversas entidades comenzó a tomar forma desde el mundo fílmico con producciones que hablaban de realidad aumentada y cero fricciones entre el espacio-tiempo.